viernes, 16 de diciembre de 2016

R.I.P.: Carlos Pérez Agüero. (1943-2016)


Recordamos a Carlos Pérez Agüero, católico cabal, luchador por la Verdad y la Tradición católica. Hombre de familia y educador católico, artista y padre del autor de esta página. Fallecido, luego de una larga agonía y habiendo recibido todos los sacramentos, el domingo 20 de noviembre, último domingo de Pentecostés, según el calendario litúrgico.
Pedimos encarecidamente, a nuestros lectores y amigos, una oración por el eterno descanso de su alma y consuelo cristiano de su familia.

Aquí una de sus últimas publicaciones:

“La mejor prueba de amor es el ser capaz de sufrir por quien se ama, con diligencia y buen ánimo. El egoísmo, el no-amor, o, el amor solo orientado a sí mismo, es justamente la prueba de lo contrario. Solo el niño está pendiente, y dependiente, del amor que vuelcan sobre él los que le aman. Somos adultos en la medida en que abandonamos los caprichos de la niñez y aprendemos a sufrir la renuncia de sí mismo. Allí comenzamos a madurar, a ser responsables. A no exigir solo “derechos” y aprender a afrontar los deberes. El amor es siempre un salir de sí. El amor siempre es difusivo, tiende a darse. No es el amor un “sentimiento” o un “estado de ánimo”, no es sentirse siempre “feliz”. Eso es cursi y superficial y caprichoso (en el sentido de pasajero) además de ser siempre otro de los disfraces del egoísmo. El amor es desear, y hacer, lo que es bueno para el amado. Querer el bien del amado. Lo bueno para el amado no es siempre lo que le agrada a éste, aunque, a veces, puedan coincidir las dos cosas. Por lo tanto, para amar bien, antes es necesario saber lo que es el bien y, luego, tener el coraje (coraje viene de “cord” = corazón) de renunciar a sí mismos, si es necesario, (siempre es necesario) para lograrlo. Los fracasos del amor, hoy, son los triunfos del egoísmo. Las victorias del amor siempre van acompañadas de la derrota del amor a sí mismo. No hay amor sin ese desgarro.”

Carlos Pérez Agüero

Requiem aeternam dona ei Domine.
Et lux perpetua luceat ei.
Requiescat in pace

Dale, Señor, el descanso eterno.
Y brille para él la luz perpetua.
Descanse en paz.