viernes, 22 de febrero de 2013

Fátima: Respuesta de Antonio Socci al Cardenal Bertone.




Estimado Cardinal Bertone: ¿Quién es el mentiroso, usted o yo?
Y por favor no mencione la masonería 

12 de mayo de 2007. Hoy en el 90 aniversario de las apariciones de Fátima (13 de mayo de 1917), ha llegado el momento de decir toda la verdad y de escuchar a Nuestra Señora...
Qué error. ¡Quién sabe por qué el Cardenal Bertone se ha metido en este embrollo metiendo en líos al Vaticano también! Personalmente debería estar más que feliz que el Secretario de Estado, por lo tanto el número 2 de la Iglesia, haya publicado un libro, La última vidente de Fátima, para rebatir mi libro El cuarto secreto de Fátima. Es un caso único. Ni siquiera Dan Brown ha tenido tal honor (*Nota del Editor: autor del libro blasfemo El código Da Vinci).
Evidentemente mis páginas tienen que incomodar mucho. El prelado ha perdido el control porque - con muchos saludos a la caridad cristiana- despotrica en mi contra: mis afirmaciones serían “puros desvaríos”, mi investigación haría el juego “de la antigua masonería para desacreditar la Iglesia”. Añade amenazadoramente el cardenal: “me asombro que periodistas y escritores que se proclaman católicos, se presten a este juego”. Finalmente me llama “mentiroso”, sería alguien que “miente sabiendo que miente”.
Desgraciadamente no me muestra dónde y cómo habría mentido. Sólo le pedí explicar, para dar un ejemplo, por qué en su presentación del Tercer Secreto, publicada por el Vaticano, él cita una carta de sor Lucia omitiendo sin decirlo, una frase decisiva que desmiente toda su interpretación. Señalando en mi libro esta “rareza” (una de las muchas), he buscado por todos los modos posibles salvar la buena fe del prelado. Pero no sólo Bertone en su volumen no da explicación alguna del hecho, sino que cita de nuevo aquella carta “desenmascarada” del mismo modo. Uno queda estupefacto. No es posible usar así los documentos y hacerse estos goles en contra.
¿Pero cuál es el meollo de nuestra disputa? Está en esta pregunta: ¿el famoso “Tercer Secreto” de Fátima, que contiene la profecía de lo que sucederá a la Iglesia y al mundo en el futuro próximo, ha sido publicado íntegramente en el 2000? Empecé mi investigación convencido de que era así. Después me di cuenta que los hechos indicaban lo contrario. Tuve que percatarme con lealtad de todo ello, declarando y poniendo de relieve una cantidad increíble de “agujeros” y contradicciones de la versión oficial. Siendo el Tercer Secreto un misterio que desde hace décadas ha producido una verdadera psicosis sobre los medios de comunicación, y hasta entre gobiernos y servicios secretos, un texto profético de enorme importancia para los cristianos (para nuestro futuro), un texto acreditado por la Iglesia en lo que ha reconocido como la más importante aparición mariana de su historia, he señalado la necesidad de una aclaración –por parte del Vaticano– de todos los enormes “embrollos” de la versión oficial o de publicar el texto oculto (como pide una reciente súplica al Papa de Solideo Paulino).
En el transcurso de la investigación le pedí una entrevista a Bertone, que como monseñor fue protagonista en la publicación del secreto en el año 2000. Aun conociéndome bien, me la negó y más bien (*Nota del Editor: después de publicarlo en 2006) se puso enseguida en acción para publicar un libro en respuesta al mío. Lo cual se llevó a cabo finalmente hace pocos días (el 13 de mayo es el 90° aniversario de las apariciones).
El problema es que este libro no da ni siquiera una respuesta a los interrogantes planteados. Por el contrario crea problemas ulteriores. He sentido hasta vergüenza de leer una cosa tan chapucera y autodestructiva. Para cualquier autor sería un golpe de suerte excepcional ser atacado personalmente por el Secretario de Estado Vaticano sin una traza de argumento. Pero para mí es un desastre, porque me siento en primer lugar católico, después periodista. Habría preferido estar terriblemente equivocado y ser refutado. O bien habría querido que la Santa Sede se decidiera a revelar toda la verdad sobre el “Tercer Secreto” de Fátima, publicando –como la Virgen pidió– la parte todavía oculta. De no ser así habría preferido ser ignorado, desdeñado, boicoteado. La única cosa equivocada, la única cosa que había que evitar era precisamente lo que Bertone hizo: exponerse públicamente sin contestar a nada y por el contrario añadiendo subterfugios desastrosos. Para él y para el Vaticano.
Ante todo está el problema del “manejo” de la testigo de Fátima, sor Lucía: por años todos han podido especular sobre Fátima excepto ella, que desde 1960 ha sido silenciada por el Vaticano. ¿Qué se temía? Antes de la publicación del texto, en el año 2000, el Papa envía a Bertone a visitar a la monja, a Coimbra. Lo enviará una vez más en noviembre de 2001. Finalmente el prelado volverá a visitarla en diciembre de 2003. Estos tres coloquios fueron la gran ocasión para que la única vidente en vida, ya casi centenaria, les dejara a todos los cristianos y a la humanidad su testimonio completo y precioso sobre la más importante aparición mariana de la historia. Una oportunidad histórica.
Tanto para acallar muchos rumores y leyendas como para proteger el Vaticano de las acusaciones de manipulación, Bertone debería haber grabado, o a lo mejor también filmado, estos coloquios excepcionales para dejarlos a la posteridad. O al menos transcribir todo, preguntas y respuestas, para que la vidente pudiese firmarlos. Para evitar futuras y previsibles contestaciones.
Pero increíblemente estos tres interrogatorios, de “al menos diez horas” de duración –dice el prelado–no fueron ni grabados, ni filmados, ni verbalizados. El prelado hoy nos explica que él “tomó notas”. De modo que en los documentos oficiales de Fátima sólo constan algunas pocas frases atribuidas a la monja, frases de credibilidad controvertida y para nada exhaustivas dado que las preguntas decisivas, las que eran adecuadas para aclarar todas las dudas, no las hicieron, o al menos no son reproducidas por Bertone. A quien le he preguntado en el libro: ¿por qué de diez horas de coloquio ha dado a conocer sólo unas pocas frases de la monja que ocupan a lo sumo cuatro minutos? ¿Qué otra cosa dijo en todas aquellas horas? ¿Por qué no le ha hecho a Lucía las preguntas decisivas o por qué no ha reproducido sus respuestas? Bertone en su libro no da ninguna explicación. Y lo que es peor le atribuye hoy a la monja –que mientras tanto ha muerto y no puede desmentir nada–  frases que no fueron reproducidas en el informe oficial del año 2000.
Según Bertone la monja, con el texto del año 2000 enfrente, habría dicho: “éste es el Tercer Secreto”, “el único texto” y yo no he escrito ningún “otro”. ¿Por qué una frase tan importante no fue reproducida por Bertone en la publicación oficial? ¿Y por qué no le preguntó el prelado a la vidente si escribió alguna vez la continuación de las misteriosas palabras de la Virgen dejadas en suspenso por el etcétera (“En Portugal el dogma de fe se preservará siempre etc.”) que han sido consideradas siempre por los expertos el comienzo del Tercer Secreto? Realmente extraño.
Del mismo modo que la otra frase que ahora –y sólo ahora, muerta la vidente– el prelado le atribuye, según lo cual sor Lucía, cuándo supo del atentado al Papa de 1981, “pensó enseguida que se cumplió la profecía del Tercer Secreto”. ¿Por qué una confirmación tan decisiva jamás se incluyó en el informe oficial? ¿Por qué en el dossier vaticano, que publicó el texto de la visión, con el “obispo vestido de blanco que es asesinado”, nadie –ni sor Lucia ni los cardenales Sodano y Ratzinger y tampoco el propio Bertone– escribió explícitamente que el atentado de 1981 fue el cumplimiento del Tercer Secreto?
¿Y por qué dijo Ratzinger que tal interpretación sólo fue una hipótesis y no hubieron “interpretaciones oficiales” de la Iglesia, mientras que hoy Bertone pretende imponerla como la versión oficial? ¿Y por qué sor Lucía, en la carta al pontífice adjunta al dossier vaticano, escrito en el 1982 (por lo tanto un año después del atentado), explicó que “no constatamos todavía la consumación final de esta profecía”, del Tercer Secreto, pero que “nos estamos encaminando poco a poco a grandes pasos”? ¿Por qué en aquella carta al pontífice Lucía no hace mención del atentado que se había verificado hacía muy poco tiempo, si justamente era el cumplimiento del secreto?
Hay quien ha sostenido que Bertone no ha grabado, ni verbalizado los coloquios con la vidente porque se habrían puesto de manifiesto las presiones psicológicas ejercidas sobre la monja de clausura, para inducirla a avalar ciertas tesis. Lo he rememorado leyendo la página del libro de Bertone donde el cardenal recuerda que en algún punto la vidente se “irritó” y le dijo: “¡No estoy confesándome!” 
¿A qué pudo contestar Lucía con estas duras palabras? ¿Quizás alguien le recordó a la anciana monja de clausura el poder eclesiástico y le insinuó la posibilidad que se le negase la absolución? No se sabe, porque el prelado –que recuerda bien la respuesta (por el fastidio) de la monja– dice de haber “retirado” (textual) su pregunta.
Es evidente que existe el “cuarto secreto” de Fátima o la parte oculta del tercero y creo haberlo demostrado en mi libro. No sólo está la revelación clamorosa de un testigo excepcional, monseñor Loris Capovilla, secretario de Juan XXIII (que estuvo presente en la apertura del “Tercer Secreto”), cuyas palabras recogidas por Solideo Paulino –increíblemente– el cardenal Bertone no menciona en su libro. Sino también está todo lo otro. Se sabe de aquella parte “censurada” que está escrita sobre una hoja individual, y no sobre cuatro, como el texto de la visión dado a conocer en el 2000 (lo reveló el cardenal Ottaviani, brazo derecho de Pío XII y de Juan XXIII y hoy Bertone se las arregla del siguiente modo: “no sé a que cosa se refieren las palabras de Ottaviani”). Sin embargo, sabemos inclusive cuánto mide la hoja (9 x 14 cm.), sabemos que está guardada en un sobre de 12 x 18 cm., sabemos que hay 20-25 líneas escritas, conocemos la fecha (diferentes del texto de la visión) en la cual llegó a Roma y fue leído por diversos pontífices. Y sabemos que –comenzando por Pío XII– no se conservó en el Santo Oficio, como el texto de la visión dado a conocer en el año 2000, sino en el departamento privado papal. Existe la prueba fotográfica publicada el 18 de octubre de 1958 en “Paris Match” por Robert Serrou, está también el testimonio de la más estrecha colaboradora de Pío XII, Sor Pasqualina (“allí adentro está el Tercer Secreto de Fátima”, y está el testimonio del Obispo Capovilla (“he publicado la hoja de archivo”) que el 27 de junio de 1963 fue citado por Pablo VI para saber dónde estaba “el legajo de Fátima”. Él contestó: “en el cajón de la derecha del escritorio llamado Barbarigo, en el dormitorio”. Y allí en efecto se encontraba.
Bertone no contesta a todos estos testimonios en el libro, pero en una entrevista dice: “Las reconstrucciones cinematográficas del sobre escondido en la mesilla de noche del Papa es pura fantasía”. ¿Y por qué? No lo explica. En el volumen me ataca diciendo que yo habría insinuado que el secreto profetiza “la apostasía de la Iglesia de Roma” y de las altas jerarquías. En primer lugar: que Bertone relea lo que, en una aparición, Jesús le dijo a sor Lucía en agosto del 1931. Además no soy yo quien habla de apostasía, sino el Cardenal Ottaviani y el Cardenal Ciappi (“en el Tercer Secreto se profetiza, entre otras cosas, que la gran apostasía en la Iglesia comenzará de lo más alto”). Un concepto análogo se deja ver a partir de las palabras de Lucía al padre Fuentes y de dos declaraciones del Cardenal Ratzinger. Yo sólo cumplo con mi rol de periodista, explicando que muchos interpretan la apostasía en referencia a los efectos del Concilio.
No tengo aquí espacio para enumerar todas las metidas de pata del libro. Pero puedo mencionar algunas. Bertone nos informa por ejemplo que “sor Lucía no trabajó nunca con la computadora”. Noticia preciosa porque en una entrevista a La Repubblica del 17 de febrero de 2005 declaró que Lucía “usó, en el final, hasta la computadora”.  Esto sirvió para dar crédito a ciertas cartas de 1989 de sor Lucía que no fueron escritas de puño y letra y que contradecían cuanto dijo en precedencia sobre la “consagración” de Rusia.
Es curioso que el Secretario de Estado en su libro dé crédito incluso a los rumores de que Gorbachev, en la histórica visita del 1° de diciembre de 1989 al Papa Wojtyla, “haya hecho un mea culpa” delante del Papa, mientras que fue desmentida oficialmente por la Oficina de Prensa Vaticana el 2 de marzo de 1998. Por otro lado actualmente Bertone da crédito como auténticas hasta las explosivas declaraciones sobre el Tercer Secreto atribuidas a Juan Pablo II en Fulda, en noviembre de 1980, mientras que fueron desmentidas tanto por la Oficina de Prensa Vaticana como por el Cardenal Ratzinger (“este encuentro en Fulda es falso, no ha tenido lugar y el Papa no ha dicho estas cosas”).
Además Bertone se apresura a decir que la interpretación del cardenal “Ratzinger” relativa al Tercer Secreto no “fue un dogma de fe”. Pero deja que su entrevistador presente el pensamiento de Bertone del siguiente modo: “sus palabras, frente a tantas interpretaciones del mensaje de la Virgen... son el imprimatur de una versión definitiva”.
Inclusive superior a la de Ratzinger. Además la carta del Papa al prelado es usada en el libro como presentación, aunque el Pontífice permanece en un plano general. Yo, por mi parte, tengo la carta que Benedicto XVI escribió a propósito de mi libro, dándome las gracias “por los sentimientos que lo inspiraron”. Palabras que confortan frente a los insultos y a las desordenadas acusaciones de hacer “el juego a la masonería”.

* Las palabras dentro de cada par de paréntesis marcados con un asterisco* son aclaraciones del traductor. 

Antonio Socci, fatima.org.