martes, 29 de noviembre de 2011

¿Religión de Estado?

Coronación de Carlomagno.

¿Qué papel tendría que jugar el Estado  para proteger o promover la religión Católica? Cualquier Católico que sabe que el Catolicismo es la única verdadera religión del único verdadero Dios puede  contestar únicamente que el Estado, siendo también una criatura de ese Dios,  está obligado a servir lo mejor que pueda a Su única verdadera religión. Por  otro lado cualquier liberal que cree que no le incumbe al Estado decir cuál es  la verdadera religión porque, por ejemplo, la religión es en todo caso asunto  de cada individuo, contestará que el Estado debe proteger el derecho de todos  sus ciudadanos a practicar la religión de su elección, o ninguna. Veamos los  argumentos Católicos.
El hombre viene de Dios. Su naturaleza  viene de Dios. El hombre es por naturaleza un ser social, por eso su carácter  sociable viene de Dios. Pero el hombre en su totalidad, y no solamente una parte de él (Primer Mandamiento), debe rendir culto a Dios. La sociabilidad del  hombre, pues, debe rendir culto a Dios. Pero el Estado no es otra cosa que la  sociedad formada por la sociabilidad de todos sus ciudadanos que se reúnen  juntos en su cuerpo político. Por consiguiente, el Estado debe rendir culto a  Dios. Pero entre todos los diferentes cultos que necesariamente se contradicen  el uno al otro (de otra manera no serían diferentes), todos pueden ser más o menos falsos, pero no puede haber más que uno que sea totalmente verdadero. De tal  manera que si existe tal culto, totalmente verdadero y reconocible como tal, entonces ese es el culto que cada Estado, como Estado, le debe a Dios. Ahora  bien, el Catolicismo es tal culto. Por consiguiente todo Estado, como Estado,  debe rendir el culto Católico a Dios, ¡incluyendo aún la Inglaterra de hoy, o  Israel o Arabia Saudita!
Pero una parte esencial del culto es  rendirle a Dios el servicio del cual uno es capaz. ¿De qué servicio es capaz el  Estado?  ¡De un gran servicio!  El hombre siendo social por naturaleza, su  sociedad tiene una gran influencia sobre la manera como él siente, piensa y  cree. Y las leyes de un Estado tienen una influencia decisiva para moldear la  sociedad de sus ciudadanos. Por ejemplo, si el aborto o la pornografía están  legalizados, muchos ciudadanos terminarán por pensar que tienen poco o nada de  malo. Por consiguiente cada Estado tiene en principio el deber de proteger y promover por sus leyes la fe y la moral Católicas.
Así de claro está el principio. Pero,  ¿será que ese principio significa que todos los no-Católicos deberían ser  arriados por la policía y quemados en la hoguera? Claro que no, porque el objetivo del culto y del servicio a Dios es darle gloria y salvar las almas.  Ahora bien, una acción desconsiderada por parte del Estado tendrá el efecto  contrario, expresamente de desacreditar al Catolicismo y de alejar a las almas.  Por ello la Iglesia enseña que incluso un Estado Católico tiene el derecho de  abstenerse en la práctica de actuar contra una falsa religión cuando tal  acción pueda causar un mal mayor o impedir un bien mayor. Pero el principio del deber de cada Estado de proteger la fe y la moral Católicas permanece  intacto.
¿Significa eso imponer el Catolicismo a los ciudadanos?  No, en absoluto, porque la creencia Católica no es algo que pueda ser forzado –“Nadie cree contra su voluntad” (San  Agustín). Lo que sí significa es que en un Estado Católico la práctica pública de todas las religiones que no sean el Catolicismo puede o tendría que ser  prohibida ahí donde tal acción puede o tendría que no ser contra-producente.  Esta conclusión lógica fue denegada por el Vaticano II, porque aquel Concilio fue liberal. Sin embargo ha sido una práctica común en los Estados Católicos  antes del Concilio, y habrá ayudado a salvar muchísimas almas.

Kyrie eleison.

Mons. Richard Williamson, “Comentarios Eleison” Nº 228, 26 de noviembre 2011.