miércoles, 27 de julio de 2011

La firma del hombre.


Hace unas semanas, publicaba en esta revista mi admirado Eduardo Punset un artículo en el que mencionaba ciertos experimentos que, basándose en «procesos de aprendizaje y memorización» efectuados en diversos animales, «contradicen la idea heredada de que entre los humanos y el resto de animales hay una solución de continuidad».
Nos hallaríamos, según Punset, ante un continuo evolutivo. Siempre me ha llamado la atención la rotundidad con que se suele negar la intervención del misterio cuando se trata de explicar el origen del hombre; pero lo cierto es que, si existe un momento en la historia del universo en que parece más que probable la intervención del misterio, es precisamente el momento en que el hombre irrumpe en el mundo. Sobre ese momento, vertiginoso y revolucionario, nos habla Gilbert K. Chesterton en un hermosísimo ensayo titulado El hombre eterno, que me permito recomendar a las tres o cuatro lectoras que todavía me soportan.
Chesterton nos invita a entrar, para mejor entender ese momento, en alguna de las cavernas que habitaron nuestros antepasados, allá en la noche remota de los tiempos. Lo que encontramos en dichas cavernas -unas pinturas rupestres realizadas no sólo por la mano del hombre, sino por la mano de un verdadero artista- rebate esas hipótesis evolucionistas que lo enmarañan y complican todo para que no podamos comprender la verdad, la sencilla y escueta verdad. Aunque hubiésemos sido adoctrinados en las más ortodoxas teorías evolutivas, llegaríamos a la conclusión de que esas mismas pinturas nunca las habría podido concebir ni realizar un animal. Podríamos fatigar el entero atlas, bucear en los océanos profusos de la fauna, asomarnos a los helados abismos donde se refugian las bestias más huidizas de la luz, y el resultado seguiría siendo el mismo: jamás encontraríamos una línea trazada con intención artística por la garra de un animal. Resulta chocante que los hombres de las cavernas, tan alejados de nosotros en el tiempo, sean al mismo tiempo tan cercanos a nosotros; y que bestias tan cercanas a nosotros en el tiempo, como el chimpancé o el gorila, sean a su vez tan lejanas. ¿Por qué los animales no realizan ningún tipo de arte, por rudimentario o balbuciente que sea? La respuesta la hallamos, de nuevo, en las pinturas rupestres: el hombre se diferencia de los brutos en especie y no en grado. Suena a perogrullada que el hombre primitivo dibujara un mono en las paredes de una caverna, mientras que tomaríamos a broma que nos dijeran que el mono más inteligente había dibujado un hombre. Existe una clara desproporción, una barrera insalvable entre hombres y animales, una ruptura en ese \“continuo” \ del que hablaba Punset. El arte es la firma del hombre, el rasgo exclusivo de su personalidad.
Ésta es la sencilla y escueta verdad que debería dejarse bien clara en cualquier intento mínimamente honesto de dilucidar los inicios de la humanidad. Si el autor de las pinturas rupestres hubiera sido tan animal como el mono que pintó, sería increíble que fuera capaz de hacer lo que al resto de animales les estaba vedado. Tampoco me sirve esa hipótesis que afirma que el hombre llegó a dibujar al final de un proceso evolutivo: las pinturas rupestres no fueron comenzadas por monos y terminadas por hombres. Los animales no dibujan mejor a medida que se produce su evolución: el rudo chimpancé prehistórico no pintaba de forma más rudimentaria que el refinado chimpancé contemporáneo. El hombre no puede ser considerado sino como una criatura absolutamente independiente y singular respecto a las demás criaturas. La señal más evidente de su independencia y misteriosa singularidad, la prueba de que no es el producto de un mero continuoevolutivo, es el impulso artístico. El hombre es único y diferente del resto de animales porque es creador además de criatura.
La aparición de la inteligencia humana -afirma Chesterton- no fue el fruto de una evolución, sino de una revolución. Sostener que una criatura se convierte repentinamente en creador mediante un puro proceso de agregaciones y síntesis químicas se me antoja reduccionista. Lo cierto es que la inteligencia humana no existía; y que comenzó a existir. No sabemos en qué momento o en qué infinidad de años. Algo misterioso sucedió, y tiene toda la apariencia de una acción que trasciende los límites del tiempo, quizá también los límites de nuestra comprensión. Explicarlo como un mero “continuo” no me parece, sinceramente, una hipótesis satisfactoria.

Juan Manuel de Prada, Número 978 del diario XLSemanal.finanzas.com
Tomado de On-Line Baires.

jueves, 21 de julio de 2011

¿Cómo traza la Cruz un pueblo?‏


Y haz de saber que un pueblo se realiza tan sólo
Cuando traza la Cruz en su esfera durable.
La Cruz tiene dos líneas: ¿cómo las traza un pueblo?
Con la marcha fogosa de sus héroes abajo
(tal es la horizontal)
Y la levitación de sus santos arriba
(tal es la vertical de una cruz bien lograda).
Josef, si como pueblo no trazamos la Cruz,
porque la Patria es joven y su edad no madura
la debemos trazar como individuos,
fieles a una celosa geometría.
¡La vertical del santo, la horizontal del héroe!

Leopoldo Marechal

miércoles, 20 de julio de 2011

Chesterton: mujeres torturadas.


En su hogar, una mujer puede ser decoradora, cuentacuentos, diseñadora de moda, experta en cocina, profesora... Más que una profesión, lo que desarrolla son veinte aficiones y todos sus talentos. Por eso no se hace rígida y estrecha de mente, sino creativa y libre. Ésta es la sustancia de lo que ha sido el papel histórico de la mujer. No niego que muchas han sido maltratadas e incluso torturadas, pero dudo que jamás hayan sido torturadas tanto como ahora, cuando se pretende que lleven las riendas de la familia y, al mismo tiempo, triunfen profesionalmente. No niego que antes la vida era más dura para las mujeres que para los hombres. Por eso nos descubrimos ante ellas.
Es la misma Naturaleza quien rodea a la mujer de niños muy pequeños que requieren que se les enseñe, no cualquier cosa, sino todas las cosas. Los bebés no necesitan aprender un oficio, sino que se les introduzca en un mundo entero. El niño es un ser humano capaz de hacer todas las preguntas posibles, y muchas de las imposibles. Si alguien dice que responder a ese niño insaciable es una tarea agotadora, tiene razón. Si dice que es un cometido desagradable, admito que puede ser tan desagradable como el de un cirujano o un bombero. En cambio, cuando la gente dice que esa tarea femenina no sólo es cazadora, sino trivial y odiosa, se me hace imposible entender lo que quieren decir. Si odioso significa insignificante, descolorido e intrascendente, confieso que no lo entiendo. Porque decidir y organizar casi todo; ser ministro de economía que invierte y compra ropa, libros, sábanas y pasteles, ser Aristóteles que enseña lógica, ética, buenos modales e higiene... Todo esto puede dejar a una persona exhausta, lo que no puedo imaginar es cómo podría hacerla estrecha y limitada.
La manera más breve de resumir mi postura es afirmar que la mujer representa la idea de salud mental, el hogar intelectual al que l mente ha de regresar después de cada excursión por la extravagancia. Corregir cada aventura y extravagancia con su antídoto de sentido común no es -como parecen pensar muchos- tener la posición de un esclavo. Es estar en la posición de un Aristóteles o de un Spencer, es decir, poseer una moral universal, un sistema completo de pensamiento. Una mujer así tiene que hacer muchos equilibrios para arreglar y resolver casi todo, para adaptarse a lo que haga falta. Y hacer equilibrios puede ser propio de personas cobardes, que se arriman al más fuerte. Pero también define a las personas de carácter noble, que siempre se ponen al lado del más débil, como el regatista que equilibra un velero sentándose donde se necesite su peso. Así es la mujer, y su oficio es generoso, peligroso y romántico. Su carga es pesada, pero la humanidad ha pensado que valía la pena echar ese peso sobre las mujeres para mantener el sentido común en el mundo.

G. K. Chesterton.

martes, 19 de julio de 2011

“¡Oh! ¡Incrédulos, crédulos, crédulos!”. Por Leonardo Castellani.


Antiguamente se creía que un incrédulo era uno que no creía en nada; d’onde salió el chiste que dice: “—¡Yo no creo sino lo que entiendo! —¡Ah!, con razón la gente dice que Vd. no cree en nada!”.
Mas velay que subsiguientes investigaciones han demostrado que los incrédulos creen en muchas cosas; antes bien, son más dados a creer que el resto de los mortales “las cosas aptas para hacer descreer lo que los creyentes creen” —decía mi tío el Cura un poco quevedescamente.
Así, pues, se han dado incrédulos creyentes en la yetta, otros en el espiritismo, otros en el Progreso Indefinido, otros en el nú­mero 13, otros en el Dios del Vicario Saboyano, 'otros en la De­mocracia, otros en el mal de ojo, otros en la Ciencia, otros en los talismanes o mascotas, otros en las adivinas, otros en la Huma­nidad, en el curundú, en la Civilización, en la Revolución Fran­cesa, en la Santa Rusia. Ingenieros creyó en la Nueva Metafísica que iba a comenzar con él. Augusto Compte creyó en la Religión Humanitaria y en Clotilde de Vaux. Agustín Alvarez creyó en la Moral, Almafuerte en la Santa Chusma, Brunswichg cree en la Idea, Wells cree en Inglaterra, Huxley en la Democracia Pura, Freud creía firmemente en el Dios de Manes, la Venus Ultrix y la nueva Humanidad Nacidera.
Una vez encontré a mi tío leyendo una poesía larguísima en verso en un viejo “Suplemento” de un gran diario argentino.
Mi tío se restregaba las manos y se agitaba en su sillón sin pausa, como en sus momentos de gran inspiración filosófica. Me dijo que había encontrado de golpe el retrato mental del bachi­ller, del diputado y del incrédulo argentino todo en uno: que dése punto de vista, la tal poesía era una ejecución maravillosa, una obra maestra. El autor se llamaba el diputado nacional Dr. Joa­quín Castellano (hoy finado); era como poeta una especie de Olegario Andrade rebajado, es decir, una caricatura de una cariatura de Víctor Hugo. La poesía se llamaba: “el Viaje Eterno”, es decir, “La Historia Universal en síntesis” y estaba dedicada “A mi amigo querido Doctor J. H. Martínez Castro”. Empezaba de este modo:

“Como la fuente de los grandes ríos
“la cuna está del pensamiento
“en los bosques sombríos!

y concluía desta guisa:

“¡Alma del infinito,
desconocido espíritu sin nombre
cuya grandeza por doquier contemplo,
la tierra es tu ara, la creación tu templo,
y el sacerdote de ese templo, el hombre!”.

Y entre estas dos profundas aserciones, se extendían 64 párrafos rimados, ni uno más ni uno menos, acabados todos en sendos signos de admiración, y conteniendo exactamente toda la His­toria, la Geografía, la Filosofía y la Retórica que da a sus alum­nos el Bachillerato argentino, ni un punto más ni un ápice me­nos. Resumen total de nuestro Bachi, enciclopedia escolar en verso para la enseñanza media, yo no comprendo cómo algún Congreso Pedagógico no lo ha propuesto ya como TEXTO ÚNICO, complexivo, gratuito y obligatorio.
Porque como detrás la Divina Comedia está toda la Italia y el mundo y el Trasmundo del siglo XIII; como en el fondo del Quijote está la España Grande y el Hombre Sempiterno; y en la entraña de Shakespeare toda la Inglaterra Isabelina y el Mis­terio del Alma; y en Dostoievsky toda la Rusia Epiléptica y el abismo del Dolor ateo...; así aquí desentrañando verso por verso este poema romanticón y fachendoso —como hizo mi tío con sin igual gracia aquella mañana memorable— se puede hacer surgir por ensalmo todo el Universo declamatorio acara­melado y escenográfico de un buen liberal del XIX que es en el fondo el ideal latente de nuestros programas de estudios, o sea en una palabra:

“ese río inmortal de las Ideas
que por el cauce inmenso de la Vida
corre a desembocar al Infinito...

Mi tío no fue propiamente un hombre alegre; fue un hu­morista, pero su humor era más bien mordaz; era chispeante, pero sus chistes tenían un resabio acre y concentrado. Su enfer­medad y dolores físicos le vedaban la mesura y el paso manso y natural; y por ende había siempre en él algo de “pinzado”, de exagerado y premioso. “Yo estoy siempre borracho —me dijo una vez— o de alegría o de tristeza o de coraje o de ternura: yo no estoy nunca del todo vígil”. Pero aquel día que le oí disecar el cuitado poema del tal Castellano, esa sí que fue curda de alavez regocijo y saña, borrachera mental que duplicaba su ingenio siempre picante.
¡Válgame Dios, y los epigramas que halló el empecatado viejo en cada verso y en cada coma del poema! Yo creo que el rencor, que él guardaba a su primera educación laica se desahogó allí todo, pero dulcificado en cómico perdón, como en las abejas, aguijón y miel. ¡Qué criollas ironías no halló para Don Progreso Indefinido Inevitable, que es el tema del himno, para Don Pen­samiento Humano, que es el protagonista del mentado Viaje Eterno que va a parar nada menos que al Infinito, es decir a Ninguna Parte, pues el Infinito si bien se mira es Todo, y mar­char hacia Todo es marchar hacia Nada (todo el que marcha, elige) y en fin para el Amor (el amor digamos conyugal), que es la primera etapa de este viaje Eterno. ¿Con quién se imaginan Vds. se encontró el Pensamiento Humano

(“habitador del bosque primitivo”)
apenas dio el pequeño envión que lo convirtió bruscamente...

(“¡Es que ha brotado la primer idea!
¡Es que ha nacido el Pensamiento Humano!”) de mono antropopiteco que era, en hombre hecho y derecho?
“¿Quién lo espera con júbilo sonriente
“con guirnaldas de flores en la frente
“y caricias de luz en la mirada?
“¿Quién? la mujer...

Mi tío, que era medio bruto para hablar, decía que por lo visto los monos nuestros antepasados eran todos varones.
Pero sin seguir a mi tío y al vate en los 74 versos en que canta esta primera etapa, sin duda importantísima, del descu­brimiento del sistema reproductivo, veamos someramente los otros grandes saltos (pues este Pensamiento Humano tiene una manera de caminar a modo de canguro), que constituyen el Viaje Eterno hasta la Etapa que hoy ocupa. Pues señor, prime­ramente empieza por “ver a Dios en sus obras”, como si dijéra­mos hacer sus rezos de la mañana; pero precavido siempre,

“donde la imagen del Creador se vela...
“no en las biblias humanas
“sino en tu libro eterno
“¡Oh santa y colosal Naturaleza!!!

Esta medida de no buscar a Dios en las “Biblias Humanas”, por otra parte escasas entonces por falta de librerías, produce excelentes resultados, entre otros el siguiente:

“Aún las nubes del error no eclipsan
“al sol del Pensamiento,
“ni absurdos dogmas la razón empañan
“como al limpio cristal impuro aliento.
“No había aún los falsos sacerdotes
“que la conciencia oprimen:
“que dando formas de virtud al vicio
“de Dios invocan el sagrado nombre
“y bendicen el crimen!
“Entonces aún no había
“intermediarios  entre Dios y el hombre!

Pero por desgracia, estos fatídicos intermediarios con sus “Biblias Humanas” bajo el brazo no tardan en aparecer como traidor de melodrama después de un resumen de la Historia de la India, de Egipto y de Grecia. Como esas historias son de primer año, en la memoria del poeta están en poco desmejoradas, y eso explica que olvide en la India los Brahmas y en Egipto la Casta Sacerdotal, superior a la de los guerreros. Pero no hay mal que por bien no venga. Con eso la aparición del traidor de melodrama viene después de la muerte de Sócrates, y el autor ahorra numen repitiendo al revés los versos arriba citados (que son de lo mejorcito del poeta es cierto), poniendo un SI donde hay un NO; procedimiento económico que señalamos a nuestros escritores jóvenes:
Es que las nubes del error ya eclipsan... el Sol del Pensamiento, etc. Había ya los falsos sacerdotes… que la conciencia oprimen..., etc. Es que entonces ya había..., intermediarios entre Dios y el hombre...!
Creados así protagonista y antagonista, a saber, Pensamien­to humano y Sacerdotes, el poema como una seda se desarrolla en caídas armoniosas; no hay más que descubrir en el texto de Malet y después poner en solfa y en rima rica los avatares de cada uno de los dos. El protagonista Pensamiento, humano siem­pre más galán y simpático; el antagonista cada vuelta más feo, erre que erre en sus malas intenciones y peores instintos. Véase unos ejemplos:

“Ellos, los que al filósofo de Atenas
dieron la copa de cicuta; ellos...
Ellos darán mañana
la Cruz a Cristo y a Juan Hus la hoguera!

II

Dos poderes al mundo esclavizaban
dictándole sus leyes
los reyes a los pueblos dominaban
los papas a los pueblos y a los reyes!...
Del pueblo se hacen el sangriento azote
cuando instituyen como sacro fuero
la servidumbre física, el guerrero,
la esclavitud moral, el sacerdote!...

III

La Iglesia omnipotente
alzaba aquí un cadalso, allí una hoguera...
y castigaba con bárbaro escarmiento
el delito sublime
de pensar en su propio pensamiento! (sic).

IV

Por el cáncer del vicio corroída
la Iglesia vacilaba en desconcierto
de Jesús con túnica arropada
era un cadáver fétido cubierto
con un manto de púrpura sagrada!

V

Desmintiendo su voz con sus ejemplos
el clero oraba hipócrita de día
y de noche, a espaldas de los templos (sic)
¡en bacanales lúbricas reía!”

Y así sucesivamente, que dan ganar de citar todo; el Señor Adversario del buen Pensamiento Humano cada vuelta más malo más malo, cada vuelta más sucio más sucio. ¿Pero creen ustedes que se asusta por eso el bravo Pensamiento Humano? No señor, camina sin amainar de Oriente a Occidente, y no parará hasta llegar como Krishnamurti, a la Argentina. (“Es digna de me­ditarse la coincidencia —anota el autor al pie—, de que la civi­lización, avanzando de Oriente a Occidente, ha seguido una mar­cha paralela a la del sol en su curso diario”).
Primeramente se encarna en “Homero, en Píndaro y Esquilo y en Platón y Aristóteles razona. Con el Homero del cincel, con Fidias el gigantesco Partenón eleva esa Iliada de mármol...”. El autor escribe I-lia-da sin acento, para que conste el verso).
“Después se lonza a otra feliz ribera”. (es decir, al otro tomito de Malet), y: “Roma, Tíber, Apenino Vesubio, diosa Pa­las, Aníbal, Numancia, África, Cartago, Hércules y Anteo, Escipión, Marte, Venus, Ceres, Horacio, Virgilio, exámetro, sáfico...” (¿está o no está toda la tercera bolilla, Roma?).
Cuarta bolilla: habla de Jesucristo. Él le perdone. Saltemos esta página —dijo mi tío— es innoble. El autor, “adolescente eterno”, no tiene sombra de idea de las proporciones, ni aún de las conveniencias, y se sube al Gólgota y acomete al agonizante Crucificado ¡con una manguera de jarabe! mucho más repug­nante de tragar que la hiel que le dieron. Sigamos mejor al Pensamiento Humano en sus otras encarnaciones humanas, que no dejan de ser sorprendentes. Helas aquí, brevemente.

El grande, el inmortal Savonarola, sacerdote y tribuno-y el noble pensador Giordano Bruno!
2º Lutero, ese Jesús del Occidente!
3º Galileo y Colón con noble audacia...
4º Copérnico adivina el movimiento...
5º Pero Kepler se expande...
6º Pero Descartes penetró en el alma...
7º Halley, ese profeta de la ciencia...
Franklin ya tiene en su poder el rayo...
Y al valeroso Washington lo entrega!
10º Rousseau los corazones enardece...
11º Diderot argumenta y Volter ríe!

En este momento el Otro, es decir:

“el trono envilecido de los Papas
“y el trono ensangrentado de los reyes,
“Papado Monarquía
“nuevas Babeles del orgullo humano!”

viéndose malamente apretado por tantos  paladines, hace una salida desesperada. Pero es al ñudo; porque
la Francia en honda convulsión que lanza
“grito de libertad tan alto y fuerte
“que para siempre sonará en la historia...

le para las patas para siempre; y encarnada en un guerrero que no es de aquellos malos de

“la servidumbre física, el guerrero,

sino muy al contrario:

“Polen fecundo en el espacio inmenso!
“Ese fue Bonaparte!”

agarra a pulso al señor Pensamiento Humano y lo transporta en vilo:

en el espejo colosal del Plata”

¿Qué más queremos los argentinos, siempre golosos de hués­pedes ilustres?
Aquí —decía mi tío el cura— comienza el diputado nacional acabando el bachiller.
Lo que sigue es una proclama electoral, modelo y tipo del género. ¡Vengan después con Fichte y su “Reden an die Deutsche Nation.Ese les prometió a los alemanes, solamente en virtud de su Raza, es decir, por ser alemanes, el predominio de Europa. Pero nuestro Castellano a los argentinos, solamente en virtud de nuestra Geografía, es decir, por el solo hecho de estar aquí y no en otra parte, nada menos que la encarnación postrera y definitiva de Buda, quiero decir del Pensamiento Humano, en nuestros ilustres colodrillos. Porque en efecto (y lo que sigue no tiene pierde):

“Al pie de estas gigantes cordilleras”…

(sigue un resumen de orografía e hidrografía argentina)

“su trono asienta el Pensamiento Humano
“rey del orbe moderno,
“y en el vergel del argentino llano
“detiene el curso de su Viaje Eterno!
“¡Y aquí demorará siglos y siglos,
“que al fin encuentra en esta tierra virgen
“en donde el sol del porvenir asoma
“una patria más bella que la Grecia
“más potente que Roma!...”  (¿Nada menos?).

—¡Tío, es un imbécil! ¡Por favor, basta, es un imbécil! —le interrumpí en este punto—. No se necesita tanto para demos­trarlo, tío.
—Tan imbécil, no —repuso mi tío. ¡Este ha cobrado du­rante seis años 1.500 pesos mensuales por algunas cosas como éstas, y aún no tan innocuas ni tan bien rimadas!
Pero lo que yo quería demostrar no fue que es un imbécil; sino que es un “creyente”. ¿Te das cuenta la cantidad inmensa de cosas que él al cantar y todos los que lo siguieron y nutrieron tuvieron que creer para eso? ¡Qué tiene que ver lo que nosotros creemos con lo que creen estos señores incrédulos! Al fin nos­otros no creemos más que cuatro cosas, dos de necesidad de me­dio y dos de necesidad de precepto:
Existe Dios Creador Existe Dios Remunerador Dios es Trino en Uno Dios se hizo Hombre, y a mucho tirar creemos los doce artículos del Credo, en que estos cuatro dogmas eflorecen; pero éstos tienen también su Credo dificilísimo, que un día por embromar me puse a resumir y es más o menos como sigue:
(Mi tío sacó aquí un papel y me leyó: “El Credo del In­crédulo”, que reproduzco tal cual, dejándolo a él del todo res­ponsable).
CREO en la Nada Todoproductora d’onde salió el Cielo y la Tierra.
Y  en el Homo Sapiens su único Hijo Rey y Señor,
Que fue concebido por Evolución de la Mónera y el Mono.
Nació de la Santa Materia
Bregó debajo del negror de la Edad Media.
Fue inquisionado, muerto achicharrado
Cayó en la Miseria,
Inventó la Ciencia
Ha llegado a la era de la Democracia y la Inteligencia.
Y desde allí va a instalar en el mundo el Paraíso Terrestre.
Creo en el libre Pensante
La Civilización de la Máquina
La Confraternidad Humana La Inexistencia del pecado,
El Progreso Inevitable
La Rehabilitación de la Carne
Y  la Vida Confortable. Amén.


Leonardo Castellani, “Las ideas de mi tío el Cura”, Ed. Excalibur, Buenos Aires, 1945. Págs. 141-148.

sábado, 9 de julio de 2011

Conferencia: “De Lenin a Gramsci, de Moscú a Turín. El nacimiento del Eurocomunismo”.


Publicamos la conferencia dada, por el R.P. Alfredo Sáenz sobre el pensamiento de Antonio Gramsci y el nacimiento del comunismo europeo, en el centro cultural Forvm.
Antonio Gramsci será la pieza fundamental para comprender la penetración de las ideas revolucionarias, mediante la cultura, en Europa y en nuestra patria.



R.P. Alfredo Sáenz, Conferencia dada en el centro cultural “Forvm, espacio de cultura y ciencia”, el 2 de junio del 2011.
Publicadas en nuestro sitio.

martes, 5 de julio de 2011

Democracia.


“El voto tiene su eficacia cuando se practica en un grupo humano comunitario, donde todos se conocen; que no puede ser por tanto sino limitado; lo otro es el mito seudorreligioso de la seudodemocracia, o democacaracia. (...)
Tengo que decir más, puesto que me lo piden, del “sufragio”; el cual yo rehúyo, me voy de Buenos Aires o me enfermo cuando hay “votaciones”: son contra mi conciencia. Desde que el mundo es mundo, la elección ha erigido gobiernos; nadie rechaza la elección. Lo que Lugones y yo tras él decimos es que, tal como aquí se practica, ella es absurda y es fuente de ilegitimidad política; hablando en plata, de usurpación del poder. Santo Tomás acogió y justificó la elección -que su maestro Aristóteles trataba con bastante sorna- pero no esta elección de la democacaracia”.

R.P. Leonardo Castellani, “Lugones”, Biblioteca Dictio vol. VIII. 

lunes, 4 de julio de 2011

¡No pida prestado!


El último rescate financiero de Grecia, si se realiza, va a aplazar una vez más el día desastroso para la Unión Europea y tal vez para el sistema financiero mundial, pero el día únicamente se pospuso, no se canceló. El problema es sistémico. Si los políticos demócratas quieren ser re-elegidos, deben de pedir prestado para pagar la asistencia social gratuita a la que ellos mismos han acostumbrado a la gente a exigir, pero la locura para individuos, familias o naciones de sacar préstamos sobre préstamos no puede durar por siempre, y un día se suscita un paro estrepitoso. Esos pueblos y políticos han estado por un largo tiempo en el camino incorrecto, pues la decisión de acumular los préstamos es normalmente estúpida o criminal.
Es estúpido si se ha olvidado la sabiduría básica de estas tres líneas de Shakespeare, que superan muchísimos volúmenes escritos por “economistas” profesionales: -“Procura no dar ni pedir prestado a nadie / Porque el que presta suele perder a un tiempo el dinero y al amigo / Y el que se acostumbra a pedir prestado falta al espíritu de economía y buen orden”. En otras palabras el hábito de pedir prestado nos acostumbra a no utilizar racionalmente los recursos a los que tenemos acceso. Por ejemplo, el dinero prestado se obtiene fácilmente, por lo menos para empezar, y así disminuye el sentido del valor del dinero y el sentido de la realidad, por ejemplo lo difícil que puede ser ganar el dinero o eventualmente pagar la deuda. En cuanto a prestar, dice Polonio (Hamlet, I, 3), no solamente a menudo no se pagan las deudas, sino que también si he prestado a un amigo, quien no puede pagarme, puede tener demasiado miedo o estar avergonzado como para volver a acercarse a mí.
Sin embargo, no todos los prestamistas son estúpidos. Varios de ellos son criminales, porque saben que al prestar dinero a tasas de interés usurarias pueden someter a los individuos, a las familias y a las naciones a la pobreza y a la esclavitud -  “El que toma prestado es siervo” (o esclavo) “del que presta” (Prov. XXII, 7). Algunas tarjetas de crédito hoy en día pagan tasas de entre el 20 y el 30% de interés, sin embargo la Iglesia Católica siempre ha condenado severamente la usura. Los usureros son criminales que destruyen la estructura de la sociedad empobreciendo y esclavizando a los hombres o a naciones enteras.
En los tiempos modernos la usura toma diferentes formas, dicen los Papas, y esta es la razón por la cual el mundo entero debería hoy en día darse cuenta de que él mismo se ha dejado esclavizar por los astutos maestros del dinero, que utilizan su riqueza para dominar a los medios y a los políticos en particular, así comprando el control de la sociedad entera que se entrega a Mamón. La pregunta entonces surge, ¿cómo pudo Dios permitir que se diera esa problemática y cómo es que puede ahora proponerse permitir el sufrimiento inmenso que vendrá con el inminente colapso financiero y/o la Guerra Mundial, ambos maquinados por sus enemigos para obtener, como esperan, la totalidad del poder mundial?
La respuesta es que les ha dado tanto poder a sus enemigos porque la crueldad e inhumanidad de los mismos le sirven como el azote que caerá sobre las espaldas de un mundo que se ha apartado de Él y que ha preferido tomar a Mamón como su maestro - no podéis servir a Dios y a Mamón, dice Nuestro Señor (Mateo VI, 24). Y Dios permitirá mucho más sufrimiento en el futuro inmediato, porque “En el sufrimiento se aprende” (Esquilo), y de hecho únicamente el sufrimiento severo será suficiente hoy en día para permitirle a un número significativo de almas alrededor del mundo aprender que su materialismo y adoración de Mamón son enemigos traicioneros de su único verdadero interés, la salvación de sus almas eternas.

Madre de Dios, ¡Obtén misericordia para nosotros, pobres pecadores!

Kyrie eleison.

Mons. Richard Williamson, “Comentarios Eleison” nº 207, 2 de julio del 2011.

domingo, 3 de julio de 2011

El Cuerpo y las Llagas del Sagrado Corazón ¿Resucitó Glorioso el Cuerpo de Cristo?


Objeciones por las que parece que el cuerpo de Cristo no resucitó glorioso.

1.  Los cuerpos gloriosos son resplandecientes, según aquellas palabras de San Mateo, 13, 43: Los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre. Pero los cuerpos resplandecientes son vistos por causa de la luz, no por razón del color. Por consiguiente, habiendo sido visto el cuerpo de Cristo bajo la forma del color, como también era visto antes, da la impresión de que no fue glorioso.
2.   El cuerpo glorioso es incorruptible.  Pero el cuerpo de Cristo parece no haber sido incorrupti­ble, puesto que fue palpable, como Él mismo dice: Palpad y ved (San Lucas, 24, 39). Dice Gregorio: Es necesario que se corrompa lo que se palpa, y no puede palparse lo que no se corrompe.  Luego el cuerpo de Cristo no fue glorioso.
3.   El cuerpo glorioso no es animal sino espiritual, como es manifiesto por I Corintios, 15, 35 ss. Ahora bien, parece que el cuerpo de Cristo, después de la resurrección, fue animal, puesto que comió y bebió con los discípulos, como se lee en San Lucas, 24, 41 y subsiguientes, y en San Juan, 21, 9 y subs. Luego da la impresión de que el cuerpo de Cristo no fue glorioso.

En cambio está lo que dice el Apóstol en Filipenses, 3, 21: Transformará el cuerpo de nuestra bajeza, conformándolo con su cuerpo glorioso.

Se debe decir: El Cuerpo de Cristo fue glorioso en su resurrección. Y esto déjase ver por tres motivos. Primero, porque la resurrección de Cristo fue el ejemplar y la causa de nuestra resu­rrección, como se lee en I Corintios, 15, 12 y subsiguientes. Y los santos, en su resurrección, tendrán cuerpos gloriosos, como se dice en el mismo pasaje (versículo 43): Se siembra en vileza y se levanta­rá en gloria. De donde, por ser la causa superior a lo causado y el ejemplar a lo copiado, con mucha mayor razón fue glorioso el cuerpo de Cristo resucitado. Segundo, porque mediante la humillación de la pasión mereció la gloria de la resurrección. Por lo cual decía Él mismo en San Juan, 12, 27: Ahora mi alma está turbada, cosa que pertenece a la pasión; y luego añade (versículo 28): Padre, glorifica tu nombre, con lo que pide la gloria de la resurrección. Tercero, porque el alma de Cristo fue glo­riosa desde el principio de su concepción a causa de su perfecta fruición de la divinidad. Pero, por una disposición divina, sucedió que la gloria no redundase; del alma en el cuerpo, a fin de que con su pasión realizase el misterio de nuestra redención. Y, por tanto, una vez cumplido el misterio de la pasión y la muerte de Cristo, su alma comunicó en seguida la gloría al cuerpo, rea­sumido en la resurrección. Y, de este modo, aquel cuerpo se tornó glorioso.

Respuesta a las objeciones:

1.  Lo que se recibe en un sujeto, se recibe en conformidad con el modo de ser de quien lo recibe. Por consiguiente, como la gloria del cuerpo se deriva del alma, según dice Agustín, el resplandor o la claridad del cuerpo glorioso es conforme al color natural del cuerpo humano, así como el cristal de diversos colores recibe el resplandor de la iluminación del sol en conformidad con el modo de ser de su propio color. Así como está en manos del hombre glorificado el que su cuerpo se vea o deje de verse, así también está en su poder el que se vea o no se vea su claridad. Por lo cual puede ser visto en su propio color sin claridad de ninguna clase. Y éste es el modo en que Cristo se apareció a sus discípulos después de la resurrección.
2.  Se afirma que un cuerpo es palpable, no sólo por razón de la resistencia, sino también por razón de su consistencia. Pero a lo ralo y a lo denso siguen lo grave y lo leve, lo cálido y lo frío, y otras cua­lidades contrarias por el estilo, que son los principios de la corrupción de los cuerpos elementales. De donde, el cuerpo que es palpable al tacto humano, es corruptible por naturaleza. Ahora bien, el cuer­po de Cristo, después de la resurrección, siguió compuesto de elementos, conservando en sí mismo las cualidades tangibles, de acuerdo con lo que requiere la naturaleza del cuerpo humano; y, por tal moti­vo, era naturalmente palpable. Y, de no haber tenido algo que sobrepasase la naturaleza del cuer­po humano, hubiera sido incluso corruptible. Pero tuvo alguna otra cosa que lo volvía inco­rruptible: la gloria que redunda del alma bienaventurada, porque, como dice Agustín, Dios hizo el alma de una naturaleza tan poderosa, que de su bienaventuranza plenísima redundase sobre el cuer­po la plenitud de la salud, es decir, la fuerza de la incorrupción. Y por eso, como escribe Gregorio, el cuerpo de Cristo, después de la resurrección, muestra que era de la misma naturaleza, pero de distin­ta gloria.
3.  Como escribe Agustín, Nuestro Salvador, después de la resurrección, ya en una carne espiritual sin duda, pero verdadera, comió y bebió con sus discípulos, no porque tuviese necesidad de alimen­tos, sino por el poder que para esto tenía. Porque, como dice Beda, de una manera absorbe el agua la tierra sedienta, y de otra el rayo ardiente del sol; aquélla, por necesidad; éste, por su fuerza. Comió, por consiguiente, después de la resurrección, no como si necesitase de comida, sino para demostrar de ese modo la naturaleza del cuerpo resucitado. Y por esto no se sigue que su cuerpo fuese animal, que es el que necesita comida.

¿El Cuerpo de Cristo debió resucitar con las llagas?

Objeciones por las que parece que el cuerpo de Cristo no debió resucitar con las llagas.

1.  En I Corintios, 15, 52 se dice que los muertos resucitarán incorruptos. Pero las llagas y las heri­das implican una cierta corrupción y una especie de defecto. Luego no fue conveniente que Cristo, autor de la resurrección, resucitase con las llagas.
2.   El cuerpo de Cristo resucitó íntegro. Pero las aberturas de las heridas son contrarias a la inte­gridad del cuerpo, porque rompen la continuidad del cuerpo. Luego no parece haber sido convenien­te que quedasen en el cuerpo de Cristo las aberturas de las heridas, aun cuando permaneciesen en él ciertas señales de éstas; las suficientes para la figura ante la que creyó Tomás, a quien le fue dicho: Porque me has visto, Tomás, has creído (San Juan, 20, 29).
3. Escribe el Damasceno que, después de la resurrección, ciertas cosas se dicen de Cristo con ver­dad, pero no conforme a la naturaleza, sino por divina disposición, para certificar que el cuerpo que resucitó es el mismo que padeció; tal acontece con las llagas. Pero, al cesar la causa, cesa el efecto. Luego parece que, una vez certificados los discípulos sobre su resurrección, no tuvo en adelante las llagas. Pero-no convenía a la inmutabilidad de la gloria que tomase cosa alguna que no permanecie­se perpetuamente en Él. Parece, por consiguiente, que, en la resurrección, no debió reasumir el cuer­po con las llagas.
En cambio está lo que dice el Señor a Tomás, en San Juan, 20, 27: Mete aquí tu dedo, y mira mis manos; alarga tu mano y métela en mi costado.
Se debe decir: Fue conveniente que el alma de Cristo reasumiese, a la hora de la resu­rrección, el cuerpo con las llagas. Primero, por la gloria del propio Cristo. Dice, en efecto, Beda que conservó las llagas no por la incapacidad de curarlas, sino para llevar siempre los hono­res del triunfo de su victoria. Por lo cual también escribe Agustín, que, tal vez en aquel reino vere­mos en los cuerpos de los mártires las llagas de las heridas que sufrieron por el nombre de Cristo; no será en ellos una deformidad sino un honor; y brillará en su cuerpo cierta belleza, no del propio cuer­po sino de la virtud. Segundo, para confirmar los ánimos de los discípulos en lo tocante a la fe de su resurrección. Tercero, para mostrar siempre al Padre, al rogar por nosotros, la clase de muerte que sufrió por el hombre. Cuarto, para dar a conocer a los redimidos con su muerte cuan misericordiosa­mente fueron socorridos, poniéndoles delante las señales de esa misma muerte. Finalmente, para hacer saber en el mismo lugar cuan justamente son condenados en el juicio. De donde, como escribe Agustín, Cristo sabía la razón ,de conservar las llagas en su cuerpo. Así como las mostró a Tomás, que no estaba dispuesto a creer sin tocar y ver, así también habrá de mostrar sus heridas a los enemigos, para que, convenciéndolos, la Verdad diga: He aquí el hombre a quien crucificasteis. Veis las heri­das que le hicisteis. Reconocéis el costado que atravesasteis. Porque por vosotros, y por vuestra causa, fue abierto; pero no quisisteis entrar.

Respuesta a las objeciones:

1.   Las llagas que permanecieron en el cuerpo de Cristo no atañen a corrupción o defecto, sino a un mayor cúmulo de gloria, porque son unas señales de virtud. Y en los lugares de las heridas se deja­rá ver una especial hermosura.
2.  La abertura de las heridas, aunque implique cierta discontinuidad, todo eso queda compensado con un mayor resplandor de la gloria, de modo que el cuerpo no es menos íntegro sino más perfecto. Tomás no sólo vio sino que también tocó las heridas, porque, como dice el papa León, bastó para su propia fe ver lo que había visto; pero a nosotros nos benefició, tocando lo que veía.
3.  Cristo quiso conservar en su cuerpo las llagas de las heridas no sólo para confirmar la fe de sus discípulos, sino también por otros motivos. Por ellos se deja ver que aquellas llagas quedarán siem­pre en su cuerpo. Porque, como escribe Agustín: Yo creo que el cuerpo del Señor está en el cielo tal como era cuando subió al cielo. Y Gregorio dice que si alguna cosa pudo mudarse en el cuerpo de Cristo después de la resurrección, el Señor, después de la resurrección, volvió a la muerte, contra el dictamen verídico de Pablo. ¿Quién, o qué necio, se atreverá a decir esto, sino el que niegue la ver­dadera resurrección de la carne? De donde resulta evidente que las llagas que Cristo muestra en su cuerpo, después de la resurrección, nunca desaparecieron en adelante de su cuerpo.

Santo Tomás de Aquino, Summa, IIIa  Pars, Q. LIV, a. 2 y a.4. Publicado originalmente en el boletín dominical “Fides”, nº 966.