domingo, 13 de marzo de 2011

Entrevista a Malachi Martin.


Entrevista a Malachi Martin.[1]

Malachi Martin nació en Irlanda en 1920 y entró joven en la Com­pañía de Jesús. Hizo estudios y enseñó en el Instituto Bíblico Pontificio de Roma. Durante el Concilio Vaticano II fué asistente del Cardenal Bea.
El desarrollo de ciertas tendencias en el postconcilio lo indujo a salir de la Compañía con el permiso especial de Paulo VI. De Roma pasó a New York, donde vive todavía. Desde entonces se dedicó enteramente a escribir. Entre sus más famosos libros hay que citar El último cóncla­ve (1970), Rehén del demonio (1984), Vaticano (1986), Los Jesuítas (1987), Las llaves de esta sangre (1990), Windswept House (1996), re­cientemente traducido al español por Planeta en Barcelona con el títu­lo de El último Papa.
Gladius ha comentado algunos de estos libros en sus números 18 (Vaticano) y 37 (Windswept House).

G: ¿Tiene un título ya elegido?

MM: Sí, tengo ur título pero pue­de ser que lo, cambie un poco. Qui­zá no debiera revelarlo todavía pues alguien me lo podría copiar. Es un buen título... ¿Ud. recuerda a los discípulos, la mañana de la Resu­rrección, caminando a Emaús? Ese acontecimiento del Evangelio le da el tono al libro. Es el «factor Emaús» (del mismo modo en que se habla del «factor nuclear» o cualquier otro). Como libro corto que será (150/160 páginas) comienza enca­rando directamente la apostasía rei­nante en el momento actual en las capitales de nuestra civilización, di­ciendo: «Esto es lo que va a suce­der a menos que... a menos que...» Esto es lo que dice.

G: Parece muy bueno pero Ud. debe saber que se ¡o critica afirman­do que no tiene suficiente Fe en la Providencia o no tener una visión sobrenatural en su última novela.

MM: Sí, lo sé. Y la respuesta que siempre doy y que siento que es la única posible es ésta: mis años en Roma y mis años en Norteamérica me han enseñado que si Cristo vi­viera en nuestros días estaría ata­cando más o menos las mismas co­sas que he criticado. Él estaría di­ciendo las mismas cosas. Pero para hacerlo uno debe tener el don de la visión sobrenatural. Lo sobrenatu­ral es gratuito, viene sin que se lo pida y nos otorga un don que no podríamos poseer de ningún modo salvo que El nos lo dé. Esto no cambia el hecho de que yo soy de carne y sangre y barro. Soy débil y estoy lleno de defectos, y a menos que Él me eleve y mis defectos sean expuestos y perdonados, no habrá eternidad; seré abandonado en el infierno.
Recuerdo que el Cardenal Bea -que fue el primer “jefe” que tuve en la Iglesia- solía decir: “No soy un optimista, no soy un pesimista: soy un realista”. Y por agradable o desagradable que sea, siempre me concentro en las cosas como son.
Mi formación me ha capacitado para conocer la condición geo-política y geo-religiosa de mi organi­zación, que es el órgano institucio­nal de la Iglesia Católica Romana, por lo cual me concentro en ello.

Infestación diabólica.

G: Yo le he mencionado en otra ocasión que he leído, después de Windswept House, otras referen­cias a misas negras, pero esta vez ba­jo el Pontificado de Pío XII (lo cuenta Spinosa en la biografía de ese Pa­pa). ¿A Ud. no le sorprende esto?

MM: No me sorprende en lo más mínimo. La única diferencia es ésta: hubo misas negras en Roma, y to­davía las hay también en Milán y Turin. Pero la misa negra a la que me refiero en Windswept House tra­ta de una verdadera instalación del Príncipe de las Tinieblas en el Vati­cano. Mire, yo no he sido confesor, pero sí testigo, de un italiano que condujo una misa negra en San Pedro. En un rincón, sosteniendo un misal romano y pretendiendo leerlo, él celebró el ritual de una misa negra. El Vaticano tiene ocho exorcistas activos, y los ocho están sobrepasados de trabajo. Ocho exorcistas, a tiempo completo, no dan abasto.

G: Me consta que Ud. tuvo ex­periencias de exorcismos porque he leído su libro Hostage to the devil (Rehén del demonio) que me pareció terrorífico. Le confieso que no pude terminarlo. Pero, ¿todo lo que Ud. relata allí está realmente basa­do en hechos?

MM: Sí. En donde sea que hay exorcismos, llevamos cámaras de video y grabadores. Es en base a estos elementos y las conversacio­nes reales que fue escrito el libro. Ciertas partes las debí cambiar para adecuarlas al relato, y también tuve que alterar todas las identidades, topónimos y todos los nombres ver­daderos, aunque yo tenía un cajón entero lleno de autorizaciones, dado que estaban comprometidas las le­yes de protección de la vida priva­da. Pero, bueno, todo está basado en hechos verídicos.

G: ¿Cuando llevó a cabo esa misión?

MM: A las dos y diez de la ma­drugada de un cierto día del año 1970, fui despertado por un sacer­dote amigo que me dijo: «Malachi, mi exorcista asistente se ha derrum­bado. Le pido que por favor venga a ayudarme». Esto ocurrió en el Bronx. Así es como empezó mi ex­periencia. Yo había presenciado un exorcismo en el Cairo en 1959 -un exorcismo muy feo- pero sólo como asistente. Esta vez, en cambio, fui arrastrado directamente al batibu­rrillo. Fui llevado al pleno exorcis­mo de posesión, condición obsesi­va del ángulo noreste de los Esta­dos Unidos. Y es allí donde he ac­tuado desde entonces.

G: ¿Siempre ha sido sólo asis­tente, o alguna vez fue nombrado exorcista?

MM: No, siempre he sido asis­tente. De todas maneras, se necesi­ta tener permiso de un obispo. Por lo tanto, recurrimos a los obispos más próximos, pero la mayoría de ellos no creen en el demonio. En­tonces tuvimos que recurrir a Roma y hacer una gestión especial con el Penitenciario para obtener permi­so. De allí que ahora formamos un equipo de más de dieciocho sacer­dotes que actúan legalmente. Sin embargo, mantenemos un perfil muy bajo, porque no queremos te­ner problemas con los obispos, al­gunos de los cuales confían en no­sotros y otros no.
Por ejemplo, hay un caso de una chica cuya obsesión empezó cuando tenía catorce meses; obse­sión, no posesión. Ahora tiene tres años y medio. Queríamos exorci­zarla, porque tiene un «familiar». Ella vive en Michigan, y el cardenal de Michigan no cree en el demo­nio; por lo tanto, no tiene exorcis­ta. Por lo tanto debimos pedirles a los padres que recurrieran al Car­denal Arzobispo de Nueva York. Pero éste también se negó. Entonces no me quedó otro remedio que hacerlo en secreto y hacerlo por las nuestras. Es muy duro cuando la gente no cree en nosotros; terrible­mente duro.

G: ¿Tiene Ud. alguna idea de cómo se está desarrollando este pro­blema en los Estados Unidos?

MM: ¡Oh! Se está poniendo peor. Yo lo puedo llevar a donde vivo, en Park Avenue y la calle 63, y en cuatro cuadras a la redonda le pue­do señalar los sitios en los que se realiza una misa negra todos los domingos. Y también sabemos el tipo de posesión que tiene lugar aquí; algo muy peculiar. Tenemos jóvenes de ambos sexos, entre vein­te y treinta años de edad; el último de ellos vino a decirme: «Padre, yo quería un empleo, un libro o una mujer... Hice pacto con el demonio y logré lo que quería, y ahora el de­monio no me quiere soltar...». Este tipo de caso no había ocurrido nun­ca antes.

G: Pero ¿por qué precisamente en este distrito?

MM: Bueno, en realidad sucede en toda la región nordeste: Boston, Filadelfia, Nueva York, Washing­ton. Es un fenómeno nuevo. Y el segundo fenómeno es la cantidad de casos de obsesión en chicos y gente inocente. Me envían un aviso y nosotros tenemos que hallar quién está haciendo meditación trascen­dental, sesiones de espiritismo, quién está iniciándose en brujería, etc., o sea, quién está coqueteando con el demonio. Uno debe encon­trar todo eso. Y la cuestión es des­cubrir los nombres de toda la gente prominente en la sociedad: arqui­tectos, actrices, joyeros, gente de alto rango, cristianos, médicos, psi­quiatras, todos aquellos de la clase profesional que realizan los más ho­rribles ritos y hacen pactos diabóli­cos.

La Virgen va a los simples.

G: Cambiando de tema, ¿qué opinión le merece la teoría o estra­tegia consistente en priviliegiar el apostolado con la gente rica y la clase dirigente, antes que con quie­nes tienen poca influencia y poder? Porque se dice, incluso en círculos católicos, que uno de los defectos del catolicismo ha sido no entender las ventajas de aquel enfoque, a di­ferencia de los protestantes, que siempre concillaron perfectamente los negocios con la religión. ¿Ud. me entiende?

MM: Sí, claro (risas). Por supues­to, por supuesto. En abstracto, sin hablar de situaciones concretas, uno podría inclinarse a decir que dada la globalización del dinero y dado el nuevo gobierno global y transna­cional que está reemplazando al vie­jo orden, uno debería concentrarse en los niveles más altos, dado que si uno no logra influir en ellos, uno no influirá en el mundo culto y edu­cado. Pero yo estoy dominado por el convencimiento de que la Virgen está viniendo pronto, vividamente. Creo que Ella va a aparecer, que su era está por comenzar, para mo­lestia de las clases poderosas. Quie­nes recibirán el mensaje completo serán los simples fieles. Bueno, pienso que especialmente ellos, por­que creo que la forma de «civiliza­ción» que tenemos ahora es total­mente «anti-Dios». Es completa­mente pagana, materialista y está contra Cristo. Es un montaje armado para que actúe el Anticristo, el hombre que creo que va a venir y creo que es al que se va a oponer la Virgen y que su signo va a apa­recer en el cielo. Tengo setenta y siete años y soy demasiado viejo y no estoy jugado con esta genera­ción sino antes. Los signos que po­seo me muestran que los hombres y mujeres simples tiene esta fe sen­cilla, que es tan pura. He escucha­do a la clase intelectual -sea William Buckley o quien sea que represen­ta a la academia- y he descubierto que no tienen fe. Y sin fe, vamos muertos; no vamos a ir al Cielo. Y yo quiero ir al Cielo. Por eso ésta es mi respuesta. En la situación con­creta, debo decir esto. Y le debo decir que estoy haciendo lo que creo. Yo ya no busco los círculos académicos. Tengo, por supuesto, mis amigos académicos; ellos leen mis libros y conversamos. Pero to­das mis otras actividades las cum­plo con gente común. Por ejemplo, sucede que conozco un párroco en Albeco, en México, cuya ama de llaves tiene una hermana, Maureen, casada, que vive en Atlanta con dos hijas. Ellos me visitan. La hija menor tiene diez y ocho años y es una chica simple, no demasiado bien educada, pero ella sabe todo acerca de Fátima, todo sobre la her­mana Lucía y dice cosas que sólo Nuestra Señora podría habérselas dicho. Ella le habla a Nuestra Se­ñora y es muy simple. ¿Y sabe algo? Yo creo que Nuestra Señora la ha agarrado fuerte porque ella es sim­ple. Es por esto que la está hacien­do mártir.
Por esto es que yo, Malachi Mar­tin, quiero concentrarme en la gen­te simple y en este sentido lo miro a
Ud. como simple. Ud. no está ata­do a la globalización. Ud no está poseído por la ambición académi­ca. Ud. tiene Fe. Yo prefiero pasar un tiempo con Ud. antes que en Harvard, con su cartesianismo, su paganismo y su horrible descrei­miento. Por lo tanto, la respuesta es ésta.

G: Tengo una duda. En Winds-wept House, Ud. cita a Paulo VI di­ciendo que ¡a Iglesia eventualmente va a quedar reducida a su mínima expresión. Creo que lo sacó de Ro­mano Amerio, pero mucha gente, yo mismo, hemos buscado el docu­mento sin fortuna. En L'Osservatore Romano no hay nada. Un amigo mío ha revisado todos los documen­tos oficiales y no ha podido encon­trarlo.

MM: Lo buscaré para Ud. con la cita. Las palabras que usó el Papa fueron: “Vamos a ser marginados. Los católicos van a ser margina­dos, sobre el borde de la humani­dad”. Si me da tiempo voy a encon­trar la cita. Hay un documento den­tro del cual está incluida.

El próximo Cónclave.

G: Me gustaría que dijera algo sobre el futuro Papa.

MM: Bueno, creo que estamos frente a un gran peligro. Realmente lo creo.

G: ¿Peligro? ¿De qué?

MM: Peligro de que una mayo­ría de nuestros cardenales electo­res, habiendo optado por dar res­paldo a la visión globalista interna­cional, elijan a un hombre que les satisfaga en ese respecto. Pero Dios sabe. El puede cambiar sus corazones. Aún así, esto no ocurre tan frecuentemente, y yo (esto es pura especulación, por supuesto) tengo la impresión de que Cristo no va a permitir que el Papado sea degra­dado. Creo que puede elegir un más drástico destino para el papa­do. Si esto afecta al actual Santo Padre, podría muy bien ser porque él tiene que reparar el desaguisado en tan alta función, igual que Paulo VI y Juan XXIII. Ud. sabe, Nuestra Señora de la Salette se refirió a tres papas en el futuro y los llamó «pa­pas gusarapientos». Quizá Juan Pa­blo con todas sus cualidades y su firmeza respecto del aborto, la contracepción y las obras de caridad, deba corregir algunas cosas. Y Cris­to podría imponerle una reparación en esta vida y no en la futura. Si yo fuera él, preferiría sufrir ahora y no después. De modo que tal vez lo haga. Cuando Juan Pablo II se mue­ra, tendremos un cónclave y este cónclave ya está decidido. Durante estos tres últimos años se han se­leccionado y alistado los favoritos. Uno que ha sido impugnado -que debe interesar a los argentinos- es Pío Laghi, que ha caído en desgra­cia por varias razones.
“Apres moi, le déluge”. Creo que va a ser un tiempo triste, porque va a haber aceptación de la apostasía y habrá un nuevo cisma, una nue­va herejía.

G: ¿Qué sabe Ud. acerca de un candidato de los sedevacantistas? Se habla de un obispo alemán que sería ungido Papa con el nombre de Lino II, como el sucesor de San Pedro. ¿Ha escuchado algo sobre esto?

MM: He escuchado ésta y otras versiones similares. Los romanos se distinguen por ser muy apegados al ceremonial. Y sea quien sea -Li­no II o Clemente XVII (hay un Pío XIII en Canadá y otro Gregorio XXII)- todos deberán pasar final­mente por la criba romana, de lo contrario no van a ser aceptados. Quizás eso es lo que va a pasar. Quizás va a sobrevenir una situa­ción multipolar. No lo sé. Lo que sé es esto: estamos de cara a tiempos de prueba, no tiempos como en los que nacimos. No, absolutamente distintos...

G: Pero en todo caso no habrá cisma....

MM: Yo conozco ya una canti­dad de cismáticos. Cuando es nece­sario les doy la absolución; les doy el Cuerpo del Señor. Griegos, ru­sos, armenios, sirios y coptos. Y hasta conozco algunos «buenos» herejes. En realidad les evito, pero a veces escucho sus confesiones cuando lo necesitan. Cismáticos y herejes conservan la fe. Nosotros hemos apostatado. La fe se ha ago­tado. Un obispo se sienta a mi lado, pero él no cree en la castidad, ni en la infalibilidad papal, ni siquiera en el primado del Papa, no cree en el infierno, ni en la Resurrección. ¿Qué Dios está entre nosotros?...

Democracia en la Iglesia.

G: Cambiando otra vez de tema. Una última pregunta: ¿qué sabe Ud. de esta última tendencia en algunas parroquias sobre la administración y gobierno, es decir, ¡a posibilidad de elegir sus propios sacerdotes? Esto mismo ya ha ocurrido en la Iglesia anglicana.

MM: Ya está sucediendo aquí. Y ha sido fomentado por nosotros: peor aún, la mayoría de los obis­pos en los Estados Unidos están a favor del casamiento de los sacer­dotes. La mayoría, pero no todos. En Canadá ocurre lo mismo.

G: Disculpe la interrupción: ¿es­tán a favor del casamiento pero no a favor del divorcio? (risas).

MM: Difícil saberlo. La verdad es que no se me había ocurrido.

G: ¿Para ellos el matrimonio es preferible a la homosexualidad?

MM: Según ellos, no. Para ellos la homosexualidad es una orienta­ción del alma, una orientación de­finida por la naturaleza: «¡no me culpen!», «¡no puedo hacer nada!». Y tampoco lo miran como una tra­gedia.
Todo esto se dirige -como los masones se lo revelarán ni bien lle­gue a conocerlos- a destruir la cas­ta sacerdotal. De modo que cual­quiera en la parroquia pueda venir y decir: “Éste es mi Cuerpo, ésta es mi Sangre”, y pueda distribuirlo, porque Cristo desciende sobre él en ese momento. Y con esto, por supuesto, destruye el sacerdocio.

G: ¿La idea no es introducir el concepto de la soberanía popular en la Iglesia?

MM: Seguro, seguro. Destruir la jerarquía. Y hacerlo muy sutilmen­te. La próxima vez que venga a Nueva York lo puedo llevar a una iglesia en la que una mujer dice la misa al lado del sacerdote. Y un buen día él no vendrá y ella proce­derá a decir la misa por su cuenta. Así es como se hace la labor destructiva. Lo que significa apostasía, porque no se cree en el Cal­vario, en el sacerdocio, en la Última Cena, ni en el Cuerpo ni en la Sangre, ni en las manos del sacer­dote, y entonces cualquiera puede ser sacerdote.

Signos positivos.

G: A pesar de esta visión tan negativa, uno percibe que en ¡os Estados Unidos existen muchos gru­pos muy positivos, así como edito­res, revistas, etc. ¿Para Ud. cuál es el mejor? ¿The Wanderer? ¿Ignatius Press?

MM: Ignatius Press está hacien­do política. No, dice nada contra los malos obispos ni lo va a decir. El Padre Joseph Fessio se encarga de eso. Yo lo conozco. Es un buen hombre. No le interesan los mu­chachos, ni las chicas ni el dinero. Intentaron condenarlo judicialmen­te y le entablaron un juicio, pero lo ganó. Conserva Ignatius Press, pero tuvo que dejar Ignatius Institute. Es un tipo duro. Es políglota; está muy bien dotado. Pero hace política. Ratzinger es su amigo, y Ratzinger también es político. Está por el Novus Ordo, su sacramentología es estrictamente Novus Ordo.

G: He notado algo de eso en The National Register. Es más oficialista.

MM: The Wanderer, The Remnant, Catholic Family News son los mejores.

G: ¿Y Crisis?

MM: Es okay, pero no es católi­ca, por eso no llega a satisfacerme. Debo confesarle a Ud. que la se­mana pasada volví a leer la encícli­ca Mediator Dei, de Pío XII, que no leía desde 1948. Y encontré un pa­saje que me indujo a pensar: “¿Qué clase de lenguaje es éste? Es el len­guaje católico. Es el tipo de lengua­je que escuchaba en mi casa”. Pero ya nadie habla así. Y eso es lo que está mal en Crisis. Ya no es el len­guaje católico. Tampoco National Review usa más el lenguaje católi­co. ¿Ud. entiende a qué nos refe­ríamos durante la guerra fría cuan­do hablábamos del “idiota útil”? Bueno, William Buckley es eso: un idiota útil.

G: Molnar solía escribir para la National Review, pero dejó de co­laborar... los otros días nos escribió diciendo: “Son políticamente inco­rrectos -como nosotros-, pero son filosóficamente correctos... en el peor sentido de la palabra”.

MM: Y bueno, Molnar es un ta­lento. Yo dejé de colaborar con ellos en 1978. No podía aguantar más. Ahora encuentro que las mejores revistas son The Remnant, The Wanderer o Catholic Family News.

G: ¿Sabe Ud. que Crisis publicó un excelente artículo sobre los sa­cerdotes, escrito por un hombre lla­mado Peter Kreeft? ¿Lo conoce Ud.?

MM: No. ¿Es bueno?

G: Muy bueno. Lo traducimos y lo publicamos en Gladius (n° 37). Es totalmente ortodoxo[2], aunque sé que el resto de Crisis no es muy católico. ¿Qué son?

MM: Ecumenistas. ¿Ud. nunca leyó First Things? Está escrito por un pastor luterano convertido al ca­tolicismo y ahora sacerdote católi­co. Su nombre es Richard Newhaus; es católico pero no de la manera que soy yo. Claro, soy prejuicioso. A los 77 años ya no tengo pacien­cia con nada que no coincida con mi modo de ser católico. Es un riesgo, ya lo sé, pero yo juzgo todo según este criterio. No puedo dige­rir esa «síntesis». Estoy demasiado viejo. Recibo alrededor de 400 car­tas por semana y las expurgo, por­que muchos de los que me escri­ben no son católicos. No tengo tiem­po para otra cosa. Tengo 77 años... ¡caray! No puedo hacer más... La cuestión es que me estoy vol­viendo muy arisco. Realmente no me queda tiempo para ocuparme de los no-católicos que andan di­vagando por allí, o de los católicos volátiles respecto de la fe, que pien­san que Jesús no creyó ser Dios has­ta que llegó a los 44 años, o algún disparate así.

G: Bueno, no queremos abusar más de su paciencia ni de su tiem­po. Le agradecemos el privilegio de habernos concedido esta larga en­trevista, y esperamos con ansias su próxima novela. Muchas gracias.

Gladius, Nº 42, año 1998.


[1] Realizada en New York, el 10 de noviembre de 1997. Por Gladius, Anne y Patricio H. Randle.
[2] El profesor Peter Kreeft, como muchos otros, terminó desviándose de la ortodoxia cayendo en teorías modernistas. La nota de Gladius pertenece a la “buena época” de Kreeft. [Nota del editor digital]