sábado, 11 de diciembre de 2010

Arte de seis peniques.



El pintor Francés Paul Gauguin (1848-1903) repudia a la sociedad moderna por el bien del arte, sin embargo el arte que él mismo prefirió por encima de su esposa y de sus cinco niños parece no haberle traído paz (EC 175). El novelista Inglés Somerset Maugham (1874-1965) escribe una versión de la vida de Gauguin algunos años después que parece confirmar el repudio y la falta de paz (EC 176). Pero ¿por qué el artista moderno se encuentra en conflicto con la sociedad que el mismo refleja y que lo respalda? Y ¿por qué el arte moderno que el produce normalmente es tan feo? Y finalmente ¿Por qué la gente persiste en respaldar el arte feo?
El artista como rebelde retorna a los Románticos. El Romanticismo floreció junto con la Revolución Francesa, que no hizo más que estallar en 1789, porque sigue derribando trono y altar desde entonces. Los artistas modernos, reflejando la sociedad en donde viven -inevitable para los artistas- poco a poco repudian siempre más a Dios. Ahora si Dios no existe, entonces ¿no debieron los artistas haber florecido serenamente en su recién fundada libertad  lejos de esa ilusión de Dios que ha dominado las mentes de los hombres desde tiempos inmemorables? ¿Pero que vemos? ¿Es el arte moderno sereno? ¿No inclina, por el contrario, al suicidio?
Por otra parte, si Dios existe y si el talento del artista es una regalo de Dios para ser usado para su gloria, como proclamaban incontables artistas en el pasado, entonces el artista sin Dios estará en lucha con su propio regalo, y su regalo estará en guerra con su sociedad, y la sociedad en guerra con su regalo. ¿No es esto lo que observamos a nuestro alrededor, por ejemplo el gran desprecio de los materialistas modernos por todas las artes, bajo la apariencia fingida de respeto?
Si Dios existe, de cualquier forma las preguntas presentadas anteriormente son fácilmente contestadas. Primeramente, el artista está en desacuerdo con la sociedad moderna porque el aliento de Dios dentro de sí mismo, que es su talento, sabe que su sociedad es despreciable cuanto más irreligiosa sea ésta. El hecho de que la sociedad lo apoye aún, sin importar su desprecio, la hace simplemente más despreciable. Como comentó alguna vez Wagner cuando su crecida orquesta se traducía en tener que eliminar una fila de asientos en el teatro, “¿Menos oyentes? ¡Tanto mejor!” En segundo lugar, ¿cómo puede un regalo de Dios que se torna en contra de Él producir algo armonioso o bello? Para que cualquier persona pueda considerar el arte moderno como bello, esta debe de voltear el significado mismo de las palabras: “Bello es feo y feo es bello” (Macbeth) - sin embargo, ¿cuándo  tan siquiera un artista moderno ha confundido la fealdad por la belleza en una mujer? Y en tercer lugar, la gente moderna persistirá en revertir el significado de las palabras porque le está haciendo la guerra a Dios y no tiene ninguna intención de dejar de hacerla. “Mejor el turbante turco que la tiara del papa”, decían los Griegos justo antes de la caída catastrófica de Constantinopla de 1453. “Mejor Comunismo que Catolicismo”, dijeron Senadores Americanos después de la Segunda Guerra Mundial, y se les concedió su deseo.
En resumen, Wagner, Gauguin y Maugham así como miles de artistas modernos de todo tipo tienen razón en despreciar nuestra Cristiandad de seis peniques, pero la respuesta no está en hacerle más la guerra a Dios con el arte moderno. La respuesta está en dejar de hacerle la guerra a Dios para darle nuevamente la gloria que se le debe, y colocar a Cristo de regreso en la Cristiandad. ¿Cuánta más fealdad se necesitará para que los hombres vuelvan a la tiara y escojan una vez más al Catolicismo? ¿Les bastara con la Tercera Guerra Mundial?  Uno puede dudarlo...

Kyrie eleison.

Mons. Richard Williamson, “Comentarios Eleison”, Nº 177, 4 de Diciembre del 2010.